Berta Soler contra el derecho humano a la vida

Entre los países del Caribe, Cuba destaca por una estrategia sostenida de prevención contra enfermedades, causadas por los llamados arbovirus, como el dengue, el chikungunya y el zika.

Recientemente, la isla caribeña fue sede la Reunión Regional para la vigilancia y control de esas enfermedades, convocada por la Organización Panamericana de la Salud (OPS). En la apertura del evento, Carrissa Etienne, directora de la organización regional, llamó a directivos sanitarios, población y la comunidad científica a aunar esfuerzos para combatir las arbovirosis, como un reto a abordar de forma integrada, pues su incidencia tensiona a los sistemas de salud de las Américas.

Se trata de acciones sostenidas cuya esencia radica en su realización permanente. El cuidado de la higiene y la campaña antivectorial que ha desplegado Cuba en su conjunto, para eliminar la proliferación de transmisores como el mosquito Aedes Aegypti, no puede darse por concluido.

Es algo que involucra al conjunto de la sociedad, por tanto, se adscribe también a una lucha por la preservación de un derecho humano fundamental, que es el derecho a la vida y a la salud, un esfuerzo que supera cualquier interés y discurso político.

Si alguien defiende los derechos humanos, no debe cerrar las puertas a una campaña que no solo implica una preocupación y ocupación por su salud, sino por la de su comunidad y su país.

En este aspecto, la señora Berta Soler ha demostrado su ineficacia como actor político en la comunidad. Defensora del bloqueo a Cuba, cuando incluso la representación de Estados Unidos en la ONU se abstiene, niega que fumiguen su casa, a riesgo de provocar un resurgimiento de una epidemia de dengue o zika.

Lo más relevante no es siquiera una acusación por propagación de epidemias, sino la elocuencia de los actos torpes de Soler en pretender la existencia de un movimiento político opositor para justificar dólares. La política se construye sobre la base de un contrato social, en la base de ese contrato social están los Derechos Humanos, y si hay un derecho humano imprescindible, es la vida. Al parecer, la vida de los niños de su comunidad le da igual a Soler, que a estas alturas solo es capaz de engañarse a sí misma… Aunque, acaso luego de esta nota gane seguidores: los mosquitos.

 

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