Los estadounidenses sin capacidad de pensar en su futuro

Por Arthur González.

En los Estados Unidos, paladín de los derechos humanos donde el sistema democrático debe ser imitado por el resto de los países del mundo, cada familia sabe que, para criar a un hijocosto-de-la-vida, deberá desembolsar no menos de 233 mil 610 dólares, desde su nacimiento hasta que terminan los estudios preuniversitarios, de acuerdo con informaciones oficiales publicadas recientemente por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, iniciales en inglés).

Por cada hijo, las familias norteamericanas se ven obligadas a pagar anualmente no menos de 14 mil dólares, algo que los cubanos desconocen y jamás se preocupan por sacar ese tipo de cuentas, ya que el 06.06.1959 la Revolución dictó la Ley de Nacionalización de la Enseñanza, declarando gratuita y pública la educación, como un deber intransferible de ejercerla por el Estado, y un derecho de todos los cubanos sin distinción ni privilegios.

Sin embargo, los calificados por Estados Unidos como “opositores” cubanos, insisten en criticar a Cuba por la situación económica que vive, pero sin mencionar la causante principal, la guerra económica, comercial y financiera, impuesta por Washington hace casi 60 años para impedir que el sistema socialista sea un ejemplo a imitar en el hemisferio occidental, según reconocen analistas del Council on Foreign Relation.

A diario la prensa oficialista al servicio de EE.UU. en su guerra mediática contra la Revolución, se encarga de trasladar esa imagen, obviando que, en Cuba, pequeña y bloqueada, los aspectos básicos para la vida como la salud, educación, cultura, deporte, parte de la alimentación y la seguridad social, están garantizados por el Estado socialista, algo muy diferente a lo que sufren los estadounidenses.

A pesar de las escaseces que soportan las familias cubanas, ninguna tiene que preocuparse por pensar cómo pagarán los altos costos de un parto, de la atención pre y post natal del bebé y su madre, las 13 vacunas que preservarán su salud durante los primeros años de vida y mucho menos las consultas periódicas a los pediatras.

Tampoco los padres y madres tienen que sacar cuentas sobre el monto de dinero que deben destinar para sufragar el pago de la escuela y los libros que empleará su niño.

Menos aún tienen los cubanos la preocupación por los costos en Salud, ya que desde 1960 se creó el Sistema Nacional de Salud, totalmente gratuita para todos, incluidos los propios asalariados de los yanquis.

Los gastos principales que tiene que enfrentar un ciudadano de Estados Unidos son los de la vivienda, alimentación, transportación, atención médica, educación, ropas y otros gastos para mantener a sus hijos.

El tema de la vivienda, constituye entre un 26% y un 33% de todos los egresos de un norteamericano, siempre basados en los cálculos del costo promedio de un cuarto adicional cuando tienen un hijo, sin tener presente el pago de las viviendas en zonas donde existen escuelas con mejor nivel de enseñanza, pues no todas tienen el mismo rigor.

A esa terrible realidad que deben enfrentar las familias estadounidenses, hay que sumarle que hoy existen 43 millones de pobres en Estados Unidos y 7,8 millones están sin empleo, cifra que representa el 4,9 % de la población.

Con ese panorama, más las dudas actuales en su futuro debido a las inimaginables medidas que pudiera adoptar el nuevo presidente Donald Trump, viven al borde del abismo y no cuentan ya con la capacidad de imaginar lo que les espera económicamente en los próximos años.

Algo muy diferente es el panorama de los cubanos, a pesar de lo que dibujan los llamados “disidentes cubanos”, esos que se dan el lujo de vivir sin trabajar, porque el gobierno socialista que tanto critican, les garantiza gratuitamente la educación y salud de sus hijos, a pesar de sus deseos por derrocarlo, siguiendo instrucciones de una potencia extranjera.

Por esas realidades afirmó José Martí:

“Sin soberbia se puede afirmar que ni actividad, ni espíritu de invención, ni artes de comercio, ni campos para la mente, ni ideas originales, ni amor a la libertad siquiera, ni capacidad para entenderla, tenemos que aprender de los Estados

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